El amor Falla

 

Diana Navarro
junto a la
Orquesta Carlos III

Dramaturgia
Pedro Víllora

Director de orquesta
Juan Manuel Alonso

Director de escenaAlberto Frías

Producción Ejecutiva
Eva Marco

Prensa
Carlos Rivera

 

Sobre la obra

Diana Navarro canta Falla. ¿Qué más hay que decir? Cualquier aficionado entiende lo  que supone esta nueva aventura artística de quien es una de las  cantantes más admiradas  de nuestros días. Manuel de Falla es, en sí mismo, una cumbre de toda la cultura española  del siglo XX (de la cultura, sin más). Es el compositor que con mayor audacia y acierto  ha consagrado la perfección técnica y la sabiduría más exquisita al cuidado y  transformación de las formas populares. Supone para la música algo similar a lo que son  Picasso, Juan Ramón, Buñuel o Lorca en sus ámbitos: el punto donde el ayer se reinventa  y se desparrama hacia el futuro. Diana Navarro, en su apasionante investigación sobre los  géneros escénicos y musicales, tenía que encontrarse con el gran maestro que ilumina la
mejor música moderna y contemporánea.

Manuel de Falla tuvo dos grandes amores: Dios y la música, el arte y la trascendencia.  “El amor… Falla” no es solo un homenaje al artista sino un recuerdo de la persona. Sus  sueños de juventud, su sentido de la amistad y de la colaboración con María y Gregorio  Martínez Sierra (que le darán trabajo, felicidad e inquietudes), sus ilusiones, sus miedos…
Con un repertorio basado en “El amor brujo”, en sus canciones y en otras piezas, y con  unos textos que recrean sus vivencias, “El amor… Falla” es un acto de amor a don Manuel  de Falla a través de su concepto de la vida, del arte y del propio amor

Sobre la música


En Manuel de Falla se unen – se escuchan – las raíces de la tierra, el amor por lo genuino  y una elegancia exquisita. Esta mágica combinación le convirtió, muy rápidamente, en un  compositor reconocido en todo el mundo y en el compositor español más universal.
Se marchó de España con la amargura de un fracaso, sintiendo la nostalgia de un ambiente  más favorable a su música. Viajó a París, capital del mundo cultural por entonces, donde  pudo ver, disfrutar, aprender y crear con libertad y éxito, junto a la vanguardia artística y  sus amigos Claude Debussy, Maurice Ravel y Paul Dukas, entre otros. Aquellos años le  sirvieron para refinar su gusto: saber lo que quería y lo que no quería en su música. Pero  mientras disfrutaba de la frenética vanguardia francesa, no dejaba de suspirar por su tierra.
Por fin volvió a su tierra en 1914, donde comenzaría lo más granado de su  producción.  Solo dos años después Diaghilev, el empresario y visionario de los Ballets Rusos, le buscó  para componer un ballet genuinamente español: El corregidor y la molinera, que después  conoceríamos como El Sombrero de tres picos.
Evitando toda la ostentación de los teatros de ópera, su música se centró en lo pequeño pero bueno, auténtico y conectado con la tierra. Este es el espíritu de el Amor Brujo, del  Sombrero, de las Canciones Populares. Este es el espíritu de su España, convertido en  joyas exóticas, únicas, llenas de un atractivo al que sucumben todas las audiencias.

 

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Configurar y más información
Privacidad